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CARNEM LEVARE

Los términos “carnaval” o “carnevale” derivan de la expresión latina “carnem levare”. Esto es “quitar la carne”, por la prohibición de comer carne durante los cuarenta días de la Cuaresma.

El martedì grasso, el último día de Carnaval, se celebraba un banquete desenfrenado -y la carne precisamente era un símbolo de estos excesos- previo al período de ayunos y abstinencias de la Cuaresma, un tiempo de purificación y penitencia que culmina en la Pascua.

Para el cristiano de la época medieval, el Carnaval era la representación del paganismo: el pueblo se ocultaba bajo máscaras y disfraces, se celebraban desfiles, bailes y comilonas, ardían las hogueras y se sacrificaban animales para atraer la fortuna.

Era un período de permisividad, de crítica social, en el que se ridiculizaba al gobernante, al noble, al clero e incluso se hacía mofa de la moral religiosa.

Esta festividad con pasaporte pagano, probablemente hunde sus raíces en las antiguas Saturnales romanas y en las celebraciones orgiásticas en honor a Baco, tan relacionadas a su vez con la finalización de la siembra de invierno, la entrada del equinoccio de primavera y la fertilidad de un nuevo ciclo.

Siglos más tarde, el descubrimiento de América permitió que los navegantes y clérigos hispánicos trajeran estas muestras culturales, las cuales, junto a diferentes elementos indígenas y africanos, permitieron una renovación de este concepto. Entre las muestras más representativas encontramos las fiestas de Oruro en Bolivia, el carnaval de Blancos y Negros, el carnaval de Riosucio y el carnaval de Barranquilla (reconocido como unas de las más ricas expresiones festivas de Colombia), entre muchas otras que engalanan el territorio nacional con su fastuosidad. A la par del desarrollo humano, de su transformación histórica, el carnaval también se transforma continuamente: movimiento, fuerza, ritmo y representación para poder crear nuevos espacios.

 En esta celebración, los juegos con comida, las luchas en las calles con harina, huevos, agua, barro; las máscaras, los disfraces, la música y el color; la alegría, la danza y la rumba; el entierro y muerte de la propia fiesta son algunos de los elementos más representativos. Se constituye así el carnaval como un espacio de producción de significaciones propias y originales.

Hoy en día, si preguntas a cualquier persona, en cualquier capital del mundo, cuál es el carnaval por excelencia, seguramente responderá que el de Brasil, concretamente el de Río de Janeiro. Si formulamos la misma pregunta en Xinzo de Limia, Laza, Verín, Cobres, Manzaneda, Ulla, Maceda, Viana do Bolo o Vilariño de Conso, la respuesta sería bien distinta. Los nueve municipios gallegos tienen el reconocimiento de Fiesta de Interés Turístico Nacional; Internacional, en el caso de Xinzo. Y no es de extrañar. Estos pueblos conservan en formol la esencia pura del carnaval y la protegen de patógenos externos que puedan desvirtuar su verdadera naturaleza. Cuidan y miman sus costumbres, las abrazan y se las presentan al mundo con un “se mira pero no se toca”. Que no le suceda al “peliqueiro” lo que al Samaín. En Galicia, hogar de la retranca, la fiesta del sarcasmo y de la crítica social merecía un hueco en sus tradiciones y varias estanterías en su salita de estar para conservarla como dios manda. 

En el Colegio Vista Alegre también protegemos y arropamos con cariño a nuestro carnaval. Después de varios cursos sin poder disfrutar del característico desfile, por fin hemos compartido una tarde de comparsa y disfraz con nuestra comunidad educativa. Profesorado, alumnado y familias colaborando juntos en una fiesta muy especial en la que hemos puesto lo mejor de todos nosotros. Después de varios años sin poder hacerlo, la cantina, la música y el baile llenaron los patios del colegio de  imaginación, pelucas, charla  y diversión. Orgullosos y orgullosas que estamos.

El año que viene, más y mejor. ¡Yaba daba du!

Pedro Carrero Ocampo

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